Entendiendo los diagnósticos en psicoterapia: más allá de las etiquetas

Siendo psicoterapeutas, ya sea mientras estamos trabajando en el ámbito clínico, o bien aunque estemos en una reunión familiar, o entre amigos, a menudo podemos recibir preguntas como:

«¿Es autismo o ansiedad?», «¿Por qué no mejora si ya tiene un diagnóstico?» o «¿Cómo sé qué tratamiento es el correcto?».

El trabajo diagnóstico en salud mental no es una ciencia exacta, y entender esto es esencial para la tranquilidad de pacientes, sus familias y profesionales.

En este artículo trataré de dar pautas de por qué los diagnósticos son herramientas útiles, pero nunca definitorias de la identidad de una persona, y cómo podemos navegar esta complejidad para priorizar el bienestar integral.


 

1. Los diagnósticos son guías, no etiquetas absolutas

Ya he mencionado que los manuales más usados, como el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) o el CIE-11(Clasificación Internacional de Enfermedades), nos dan criterios útiles para identificar patrones sintomáticos.

Sin embargo, estos sistemas están diseñados para estandarizar la comunicación entre profesionales, y no para encasillar a las personas.

Es decir, están hechos para que l@s tecnic@s podamos entender de qué estamos hablando cuando tratamos de ayudar a una persona que recibimos en consulta.

 

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Algunos Ejemplos:

  • Un Trastorno del Espectro Autista (TEA) de alto funcionamiento puede confundirse con Ansiedad Social si la persona evita interacciones por sobreestimulación sensorial (no por miedo al juicio).

    • Hay veces en las que no resulta del todo fácil trazar una línea clara para establecer una diferenciación, y necesitamos acompañar a la persona en su modo de ser en el mundo observando en profundidad cuáles son sus rigideces, cuando se acentúan ciertos patrones, a qué responden, etc.

 

  • La Depresión a veces se solapa con dificultades sociales, especialmente en adolescentes cuyos síntomas se expresan como irritabilidad o aislamiento.

    • Por ejemplo, en la adolescencia podríamos “aislar” diferentes variables bastante comunes como por ejemplo los cambios hormonales, la diferenciación del mundo adulto, la búsqueda y la construcción identitaria, la necesidad de inclusión y pertenencia, entre otros.

    • Sin embargo también influyen las características de las nuevas sociales actuales, las limitadas prestaciones que brinda el sistema en cuanto a la atención en salud mental, los tiempos acotados de atención que tienen l@s profesionales, etc.

    • Estas y otras variables aumentan la posibilidad de realizar diagnósticos apresurados.

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Un estudio publicado en el Journal of Child Psychology and Psychiatry (2019) señala que hasta el 40% de los diagnósticos en niños tienen comorbilidades (coexistencia de dos o más trastornos), lo que complica establecer una única «etiqueta» [1].


 

2. ¿Por qué los síntomas se solapan?

La mente humana no funciona en compartimentos estancos, es decir, espacios que están aislados de otros, sin comunicación con ellos.

Factores como la genética, experiencias traumáticas, el entorno familiar o incluso la cultura moldean cómo se expresan las dificultades.

Por ejemplo:

  • Alguien con Ansiedad Generalizada podría mostrar rigidez en sus rutinas, imitando rasgos del TEA.

  • Una persona adulta con Déficit en Habilidades Sociales podría desarrollar depresión secundaria por sentirse incomprendida, sin que esto implique un trastorno del neurodesarrollo.

Estas son algunas de las razones por las que es esencial evaluar el contexto y la historia de vida. Como señala la psicóloga clínica Lisa Feldman Barrett: «El cerebro no está programado para generar enfermedades mentales, sino para adaptarse a un mundo complejo… y a veces esa adaptación duele» [2].


 

3. Los diagnósticos cambian… ¡y es normal!

Imaginemos a un niño diagnosticado con TDAH a los 7 años. En la adolescencia, sus síntomas podrían reorganizarse y priorizar rasgos de ansiedad. ¿Eso significa que el primer diagnóstico estuvo «mal»? No necesariamente.

Lo que podríamos ver reflejado en este caso es que su desarrollo es dinámico y que las respuestas del entorno (escuela, familia) influyen en cómo se manifiestan sus desafíos.

Un seguimiento de 10 años publicado en Pediatrics (2020) mostró que el 60% de los diagnósticos infantiles se modifican en la adultez, no por errores clínicos, sino por la evolución natural de la persona [3].

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4. La persona no es un diagnóstico: el peso de la historia individual

Detrás de cada síntoma hay una narrativa única.

Por ejemplo:

  • Un joven con Dificultades Sociales podría haber crecido en una familia donde los conflictos se evitaban, limitando su aprendizaje emocional, y condicionando su posibilidad para enfrentarse a situaciones estresantes.

  • Una mujer diagnosticada con Trastorno Límite de Personalidad podría descubrir en terapia que sus «cambios de humor» están ligados a abusos u otras situaciones traumáticas no procesadas en la infancia.

 

El modelo Biopsicosocial de Engel (1977), explica  que el bienestar depende de la interacción entre biología, psicología y entorno social [4]. Por eso, un plan terapéutico efectivo no se centra sólo en aliviar los síntomas, sino en deconstruir historias que han conformado modos de ser desadaptativos, y reconstruir esas historias fracturadas, para darles un sentido que ayude a fortalecer los recursos personales.


 

5. ¿Para qué sirve entonces diagnosticar?

Cuando el diagnóstico está bien fundamentado:

  • Orienta el tratamiento: Por ejemplo, algunas técnicas para el tratamiento de la ansiedad (como por ejemplo la exposición gradual, que busca una desensibilización sistemática) se diferencian claramente de otras técnicas y encares, que se usan en el trabajo con personas que presentan TEA (como por ejemplo apoyos sensoriales).

  • Valida el sufrimiento: Da un marco a lo que la persona siente, reduciendo la culpa, y ayudando a encontrarle una explicación que permita que se puedan reestructurar modos de pensar, actuar, y ser. («No soy flojo, tengo depresión»).

  • Facilita recursos: En muchos países (incluido Uruguay), ciertos diagnósticos permiten acceder a apoyos educativos y/o laborales que contemplan las dificultades asociadas con las características propias de la persona que lo presenta.

 

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EL DIAGNÓSTICO NO ES ÚTIL SI:

  • Limita la visión del potencial de alguien.

    • Es decir, si una persona padece un trastorno en su estado de ánimo y necesita ayuda, o bien si muestra ciertos comportamientos desadaptativos, eso no significa que no puede aprender, sentirse mejor, y mucho menos debe ser aislada “porque así es mejor”.

  • Ignora factores sistémicos. 

    • “Nadie nace de un repollo”: todas las personas tenemos un contexto humano que configura un sistema de relaciones con otras y otros, y es imposible que una parte de ese sistema no se vea afectada por cambios y/o dinámicas estructurales.

    • Por ejemplo, una familia disfuncional puede perpetuar síntomas por ser el contexto en el que se dan aprendizajes vicarios sobre estilo vinculares.


 

Recomendaciones para Consultantes y Familias

  1. Pregunten «¿por qué ahora?»: 

    1. L@s terapeutas exploramos qué eventos recientes o pasados pueden relacionarse con los síntomas actuales.

    2. Pidan que les expliquen de manera entendible y práctica, cómo el momento actual encaja en la historia del/a “paciente”, y cómo pueden contribuir al proceso de manera eficiente, buscando la recuperación más posible.

  2. Desconfíen de diagnósticos apresurados: 

    1. Una evaluación rigurosa requiere tiempo y múltiples sesiones.

    2. Por más que consulten a “una eminencia”, o bien psicoterapéutas con gran reputación, tengan en cuenta que la persona funciona en una línea temporal que debe verse de manera longitudinal y no transversal. Es decir, “la foto no es la película”.

  3. Enfóquense en metas, no en etiquetas: En vez de «¿Tengo autismo?», o “Soy Psicotic@” pregunten: «¿Qué habilidades quiero desarrollar?», «¿Cómo puedo hacer para sentirme mejor?».

 

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La Psicoterapia no es un juego de etiquetas, sino más bien un viaje para reconectar a las personas con su capacidad de crecer, incluso en medio del caos. Como dijo Carl Rogers: «El curioso paradigma es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar».

Si tenés dudas o experiencias que compartir y trabajar, éste espacio es para construir juntos.


 

Referencias para profundizar

[1] Comorbilidad en trastornos mentales infantiles (Journal of Child Psychology and Psychiatry)
[2] Lisa Feldman Barrett: «La teoría de las emociones construidas» (TED Talk)
[3] Estabilidad de diagnósticos en niños (Pediatrics)
[4] Modelo biopsicosocial (George Engel)