Éste post parecería no estar relacionado directamente con la “Psicología” o la “Psicoterapia” pero muy por el contrario, intenta poner en cuestión un tema del que casi no se habla en profundidad, o de manera clara en los medios masivos, y que es esencial para la salud mental de nuestra sociedad.
Históricamente en Uruguay, nos mostramos orgullosos de nuestra tradición de igualdad y justicia social. Sin embargo, como sociedad tenemos desafíos importantes cuando hablamos de discriminación racial y de género, entre otros tipos de discriminaciones.
Si bien discriminar (para diferenciar o distinguir) y categorizar (para ordenar u organizar) son características del pensamiento humano, datos recopilados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), muestran disparidades notables en los ingresos entre la población “blanca” y las minorías étnicas, y entre los hombres y las mujeres.
Parecería entonces que la diferencia en el color de nuestra piel, o nuestro género, afecta directamente la cantidad de dinero que recibimos y la calidad del trabajo al que accedemos.
En la escuela nos enseñan que la patria por la que luchó Artigas, “rodeado de perros cimarrones”, y acompañado de gauchos, indios, esclavos, zambos, y mulatos, edificaría la igualdad y la justicia social. Sin embargo, y teniendo en cuenta los datos actuales, esto parecería ser más bien una fábula infantil o una aventura épica imaginaria.
De acuerdo con el INE, el ingreso medio de los hogares afrodescendientes en Uruguay es aproximadamente un 40% más bajo que el de los hogares blancos. Además las mujeres ganan un 23% menos de lo que perciben los varones, realizando más trabajo.
Esta diferencia económica se traduce en dificultades significativas en el acceso a servicios básicos, y oportunidades educativas y laborales para las comunidades afrodescendientes, y para las mujeres.
Si bien comprendemos lógica y racionalmente que se trata de una situación injusta, muchas veces me pregunto: ¿por qué no cambia?, ¿es tan difícil?, ¿ésta situación le conviene a alguien? Aunque lo puedo imaginar, no lo sé…
El tema de las disparidades entre las diferentes comunidades étnicas también se da de manera evidente en la salud ya que las personas afrodescendientes tienen tasas más altas de enfermedades crónicas como la hipertensión arterial y la diabetes.
Por ejemplo, el porcentaje de afrodescendientes con hipertensión arterial es un 25% más alto en general. Es evidente que un menor ingreso condiciona el acceso a alimentos de calidad, y por ende a una adecuada nutrición. Además el no poder acceder a trabajos bien remunerados o de calidad es un factor de estrés y frustración que pone a las personas en alerta, generando desequilibrios endocrinos, cardiovasculares, e inmunológicos entre otros.
¿Y qué pasa con la salud mental?
Según la Facultad de Psicología de la Udelar, dentro de la población afrodescendiente hay una mayor prevalencia de trastornos de ansiedad y depresión en comparación con otras poblaciones.
En éste sentido podemos deducir que la exposición constante a experiencias de discriminación, exclusión, y falta de oportunidades (racismo) en diferentes aspectos de la vida cotidiana, desgasta a las personas y erosiona las posibilidades para construir herramientas que permitan respuestas adaptativas para vivir en un mundo que les es injusto y doloroso.
Es por eso que sería útil sincerarnos de una vez, y discutir cómo la discriminación racial y de género afecta la salud física y mental de las personas, a la vez que influye en su desarrollo psico-emocional y en las dinámicas sociales.
Si no trabajamos como sociedad a favor de la inclusión social y económica fomentamos la discriminación, y ésto va en detrimento del desarrollo de las personas, debilita el entramado social, y perpetua ciclos de desigualdad intergeneracional.
En el ámbito Psicoterapéutico compartimos momentos con personas afrodescendientes o identificadas con otras minorías, que transmiten de manera muy clara sus sentimientos sobre lo que han vivido a lo largo de su historia de vida. El relato de sentirse incomprendid@s es conmovedor y llega a ser indignante.
Abordar la discriminación racial y de género en Uruguay requiere un enfoque integral que incluya políticas públicas específicas para combatir un problema estructural, promoviendo la inclusión y la diversidad en todos los ámbitos de la sociedad, como valores esenciales.
¿Podremos garantizar el acceso equitativo a oportunidades y recursos para todas las personas, independientemente de su origen étnico o su género? Ojalá.
Fuentes:
Salud Mental y Población Afrodescendiente en Uruguay. Seard, Facultad de Psicología de la UDELAR. Recuperado el 8 de marzo de 2024 de https://psico.edu.uy/eventos/salud-mental-y-poblacion-afrodescendiente-en-uruguay
Ascendencia Étnica y Seguridad Social En Uruguay. Ps. Cristina Klüver, Ec. Martín Naranja Sotelo. (2019, agosto). Recuperado el 8 de marzo de 2024, de https://www.bps.gub.uy/bps/
La afrodescendencia en la agenda universitaria. (s/f). Portal Udelar. Recuperado el 8 de marzo de 2024, de https://udelar.edu.uy/portal/
Estadísticas de Género 2022. Pieri, Reynaud, Semblat. (2022). Sistema de Información de Género Inmujeres – MIDES. Recuperado el 8 de marzo de 2024, de https://www.gub.uy/ministerio-
Somos Afro, Campaña de autoidentificación. Ministerio de Desarrollo Social. (27/04/2023). Recuperado el 8 de marzo de 2024, de https://www.gub.uy/ministerio-
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