ÉRASE UNA VEZ EL META-DEPORTE: ¿DE LA DIALÉCTICA A LA DIALÓGICA?
¿Qué pasa cuando dos grupos con distintos intereses tienen grandes diferencias sobre un tema?
Podríamos pensar en un diálogo, en un intercambio de opiniones, o en la construcción conjunta de alternativas para alcanzar el bien común, la armonía, y en definitiva, la supervivencia… o no…
La historia cultural de nuestra especie, narra una trama de diferencias que dan lugar a conflictos, disputas y guerras, en las que prevalece un bando sobre el otro y lo domina, escribiendo finalmente el relato oficial.
Es así que la necesidad de supervivencia, por un lado se relaciona con el deseo de poder y dominación íntimamente ligados a distintos tipos de opresión (esclavitud, manipulación económica, psicológica, etc.)
Éstos condicionamientos forman parte del ambiente e influyen en los procesos de construcción identitaria de los grupos humanos.
La agresividad no solo es sinónimo de destrucción o de violencia, sino también de contacto con nuestra energía vital y la posibilidad de vivir, realizar, crear, perdurar, construir, y trascender, y de oponernos a los condicionamientos psico-físicos.
Cultura y Sublimación
Deportes como el Futbol, el Basquetbol, y otros, pueden verse como una prolongación simbólica o literal de disputas ancestrales (ej. Juego de pelota mesoamericano, Rugby, etc.). Es así que como sociedades más “avanzadas” tratamos de simular grandes batallas tribales, pero esta vez en estadios de fútbol, gimnasios de básquetbol, etc., reviviendo y resignificando así “rituales” previos o posteriores, “encomendando” a los guerreros que representan a nuestra tribu a las “deidades” de turno, etc.
Gustavo Maure en su “El Deporte y el arte de la Guerra” afirma que:
“El campo de juego reemplazó al campo de batalla; el palo (golf, hockey o béisbol) al garrote; la raqueta a la espada; la pelota a la piedra, el pelotazo al cañonazo; el arco de fútbol o rugby al hombre enemigo (perforar su cuerpo); las camisetas a los uniformes; el director técnico al general que fijaba tácticas y estrategias; el pizarrón a la maqueta de guerra; el boxeo al circo romano (aunque no totalmente); el toro al otro gladiador; el partido a la batalla; el campeonato a la guerra y fundamentalmente; el rival al enemigo”. (Maure, 2020)
Es notorio que tenemos la necesidad de pertenecer a algo más grande que nosotros mismos. Muchas veces, el equipo del que somos simpatizantes, la barra de hinchas, los estadios de nuestros equipos, etc. cumplen la función de ser una familia, un grupo de amigos, un hogar.
Si bien la evolución cultural nos ha permitido construir sociedades más tecnificadas, reglas más complejas, y dispositivos más sofisticados, nuestra evolución física (corteza prefrontal), parece aún no ir a la par en el momento de razonar y tomar de decisiones que nos permitan una mejor autorregulación en situaciones estresantes en las que “nuestra tribu” lucha contra otra.
Ésta podría ser una de las tantas explicaciones del por qué hoy en día se siguen dando disputas violentas dentro y fuera del campo de juego, así como también en las redes sociales. Sabemos que Twitter y otras redes sociales se han transformado en el gran campo de batalla anónimo, en el que el sinsentido y el agravio, hacen imposible el diálogo y la comunicación constructiva.
Quizás estos tiempos de dicotomías e incertidumbres en los que tendemos a dividirnos pueden ser una oportunidad para crear nuevas respuestas y dar un paso consciente en la evolución de la especie (¿inocente expresión de deseo?)…
¿Pero cómo lograrlo?
Esa es otra respuesta a construir entre todes, mediante el diálogo, con empatía y respeto por las diferencias, labor de la que somos responsables dentro de nuestras posibilidades.
Bajando la velocidad, regulando la conexión digital, y priorizando el encuentro humano presencial vamos generando espacios para el encuentro personal y social.
Personalmente creo que ya es tiempo de fortalecer la posibilidad de apropiarnos de nuestra vida, pasando de la mera destrucción dialéctica a la construcción dialógica.
Referencias